sábado, 14 de julio de 2007

:::Mi infancia:::



Aun recuerdo cuando vivía en la colonia Santa Úrsula en la delegación Coyoacán, toda mi infancia ahí la pase, era una especie de vecindad sin serlo, era como un pequeño lugar en donde se encontraba un conjunto de casas, con solamente una pileta de agua para todas las familias que muchas veces servia para q nosotros los infantes, jugáramos con nuestros muñecos y pensáramos que esa pileta era el inmenso mar, las casas eran muy diferentes entre si, la mía era de las más grandes con tres cuartos, un baño, la cocina, el comedor y la sala, y por tal motivo muchos de mis amigos de ese momento se juntaban en mi casa para jugar el fabuloso Nintendo, en donde el juego mas demandado era Mario 3, pero al pasar una horas te aburrías de la monotonía de estar solo apretando unos botones y preferíamos salir a jugar a la calle, se armaba la clásica y aun vigente “cascarita” en donde armabas tu equipo con tus amigos mas cercanos y jugabas contra aquellos que te caían mal, aun recuerdo los nombres de mis aquellos amigos: Mario Elias (compañero de escuela y de la cuadra) Héctor le decíamos “Bomba” por gordo y grande, Mauricio era el más guapo de nosotros y yo, y del bando contrario se encontraba “El cebollita”, “Higuita Baby”, “La marrana” y su hermano menor “La marranita” (todos estos eran sus apodos), y en la banca se encontraban: Richard, Michel, y algún colado como era “El maín” (un señor como de 40 años que aun pensaba en jugar con nosotros, pero nunca lo hacia). Eran esos tiempos en donde no te importaba el futuro, ni q ibas a hacer cuando tuvieras 30 años, no pensabas en las mujeres… bueno a mi m gustaba mi vecina, pero vamos no era algo que te quitara el sueño, no pensabas si tenias dinero, en el examen del otro día, no te interesaba checar tu mail, o revisar si alguien te llamaba al celular; esas cosas no existían, todo sería mejor si aun viviéramos con esa inocencia y esa despreocupación por las cosas un tanto banales, que ahora nos preocupan tanto, ahora nos sentimos incompletos si salimos a la calle y no llevamos con nosotros el teléfono móvil, como si recibiéramos 33 llamadas al día y de vital importancia.

No olvidemos de donde venimos, nuestros inicios, nuestra infancia, lo despreocupados que éramos antes, lo transparentes y sencillos y que nunca nos importo lo que la gente mayor, los adultos pudieran pensar de nosotros, vivíamos con plena libertad y autenticidad.

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